A finales del año pasado se puso a la venta la nueva consola de Microsoft, XBox 360. Como todas las consolas que se lanzan, con un precio algo elevado para casi todo el mundo. Hace poco se ha anunciado el lanzamiento de PlayStation 3 para noviembre. Pero.... a fecha de hoy, ¿qué consola comprar?
Nuestro proveedor de servicios de internet ha sufrido una avería bastante seria y, desde el domingo 26 de marzo, nuestra página web ha estado desaparecida e inaccesible. Por decirlo brevemente, hemos tenido que reponer todo a partir de copias de seguridad en cuanto el servidor ha sido accesible.
De momento, hemos colocado todos los contenidos, pero seguramente pasarán cosas raras y faltarán imágenes. La averia ha ocurrido en un mal momento, con una migración en ciernes y con una lista de cambios y mejoras que estábamos aplicando, lo que complica el reponer las cosas. Pedimos disculpas por las molestias. Cuando todo esté recuperado, volveremos a avisar.
Hay una encantadora historia que circula periódicamente y que, lamentablemente, es falsa. Se dice que, al pisar la Luna, y tras afirmar que era un gran paso para la humanidad, Neil Armstrong añadió: "buena suerte, señor Gorsky". La anécdota, apócrifa, termina con otra anécdota. Supuestamente, Armstrong se negó a explicar quién era Gorsky hasta que, años después explicó que de niño escuchó una conversación de alcoba entre sus vecinos, el señor y la señora Gorsky:
"¿Sexo oral? ¡Tendrás sexo oral cuando el niño de los vecinos camine por la Luna!"
Adornada con múltiples detalles para dotarla de verosimilitud, en numerosos lugares se afirma que la anécdota es cierta, tal vez porque su encanto es irresistible y uno quisiera creer la historia. Ahora bien, Snopes, la web de cazadores de leyendas, mitos y bulos, desmiente con algunos datos:
Snopes es un buen punto de partida para verificar si no estarás haciendo el primo al mencionar algo truculento o dudoso: gatos embotellados, cocodrilos en las alcantarillas, etcétera. Aportan bibliografía y detalles precisos a la hora de valorar leyendas urbanas. Confirman, desmienten o reconocen si una leyenda está sin comprobar.
En el caso del señor Gorsky, las precisiones sobre el vecindario de la niñez de Armstrong, el momento de la revelación de las enigmáticas palabras (una rueda de prensa, en cuyos registros tampoco hay noticia de la revelación) son detalles que apuntalan una historia, pero que no se apoyan en nada.
Enlaces:
Para quienes quieran probar a instalar el cliente M-4 en Windows XP y participar en la ruptura de los mensajes enigma aún no descifrados, algunas consideraciones.
enigma-client
. Viene explicado en el instalador. La verdad es que recuerda al reciente agujero de Ubuntu.Notarás que la CPU se dispara. Eso es que está funcionando.
C:\Python23\python.exe enigma-client.py keyserver.bytereef.org 65500
En general, lleva un rato porque la documentación está un tanto desperdigada, pero tiene su encanto si la lista anterior no te resulta confusa. Por cierto, que darse cuenta del esfuerzo comunitario que supone este proyecto en tiempo de CPU te hace sentir respeto por la gente que hacía lo mismo con aquellos artefactos de los años 40: a falta de potencia de CPU usaban la cabeza.
Estos días se están descifrando los últimos mensajes alemanes cifrados con la enigma naval de cuatro rotores que no habían sido descifrados aún. El esfuerzo se está haciendo de forma colectiva. Pueden encontrarse más noticias en la página del proyecto M-4 . En castellano, hacen un seguimiento en Kriptópolis donde además hay un especial Enigma, y el boletín una-al-día de Hispasec da puntual noticia de los avances. Los populares Microsiervos se hacen eco:
M4 Message Breaking Project: crackear la máquina Enigma, décadas después.
Es muy emocionante leer esos mensajes (bastante prosaicos los que de momento han sido descifrados, pero su encanto es innegable). Se puede participar bajándose un programita y, si quieres hacerlo, deberías darte prisa. Ha habido un problema de seguridad para XP, pero está corregido. Instalar el programa tiene algunas complicaciones.
Hay mucha literatura al respecto, pero un aspecto que no se cubre en profundidad es el proceso de la información y su utilidad como fuente de inteligencia. No es que se pudiera leer por encima del hombro de los alemanes, y hubo errores serios, como la sorpresa de las Ardenas. Hay algunas obras de finales de los 70 que hablan al respecto de esos asuntos. Tenía pendiente comentar este libro, y la ocasión la pintan calva. Como el tema es complejo, he troceado esta nota en dos artículos largos. La segunda parte, en unos días.
Es un hecho conocido desde el decenio de los 1970 que los aliados occidentales habían roto las claves alemanas y eran capaces de descifrar los mensajes de su enemigo (un éxito polaco, industrializado y sistematizado posteriormente por los británicos).
El nombre en código de esta fuente de información era "Ultra", y así se le conoce popularmente, o también como "la máquina Enigma", artefacto con aspecto de máquina de escribir que utilizaban los alemanes. Ultra se mantuvo en secreto incluso después de la guerra para mantener una posición de ventaja, y también porque los aliados recomendaron a sus ex-colonias a utilizar las viejas máquinas Enigma para sus comunicaciones, pudiendo leerlas con facilidad.
Numerosas obras han divulgado este hecho: desde la literatura militar moderna hasta novelas como Criptonomicon, de Neal Stephenson, pasando por tratados de criptografía y cine comercial. Ahora bien, ¿cómo funcionaba esa fuente de información y hasta qué punto eran capaces los aliados de "leer por encima del hombro" de sus oponentes? En otras palabras, ¿cuál era el efecto estratégico y táctico de Ultra?
Ultra in the West es un ensayo que recoge la campaña aliada en Europa occidental desde 1944 hasta el final de la guerra. Bennett, un medievalista que trabajó como analista de Bletchey Park, relata los acontecimientos y batallas del frente occidental desde una perspectiva muy interesante: la visión de los alemanes extraida de sus propias comunicaciones. Los descifradores aliados se mantenían sin conocimiento del curso de la guerra, de forma que ninguna información ajena a los alemanes pudiera intoxicar la interpretación de las señales, lo que hace que Bennet y sus compañeros no tuvieran noticias de la guerra salvo por lo que contaban los alemanes, desconocedores de los éxitos criptográficos de su enemigo.
Para Bennett, ese libro fue un resarcimiento, cuarenta años después. Su trabajo era oscuro, incomprensible para la mayoría. El secreto los condenó al ostracismo y al desprecio de sus vecinos y conciudadanos, que pensaban que eran cobardes, que se habían escaqueado del frente y continuaban con una vida cómoda, académica, en la retaguardia.
La obra se divide en tres partes:
Hace un año hablábamos de algunos aspectos generales de Ultra en La moderna historiografía militar. Libros sobre la segunda guerra mundial.
La continuación en unos días.
Hoy (3/7/2007) hace diez veintidos meses que no tengo televisor en casa. Aparte de ahorrar espacio y desconcertar a las comerciales de Teléfonica que llaman para vender Imagenio, la ausencia de esta clase de electrodoméstico tiene una serie de efectos secundarios y permite realizar ciertas observaciones que paso a describir.
Fácil. Había un televisor en el piso, pero una sola mesita donde ponerlo, con la que me tropezaba constantemente, y que debía compartir con el portátil (¡sí, hago trampa! Véase más abajo, no obstante). El televisor acabó arrinconado para dejar sitio al portátil. Un día pasó algo y quise ver las noticias. El cable de la antena no daba de sí. Tenía que mover la mesa de montaje de maquetas, el sillón de lectura, y eso para diez minutos. No merecía la pena.
Antes de eso, había empezado a perder el mando, a no recordar los canales (había heredado la programación de los canales, y el anterior inquilino tenía un inquietante sistema de clasificación para las cadenas, lo que mezclado con las cadenas alemanas y las emisoras regionales configuraba un panorama chungo).
De pequeño tenía que pedir permiso para ver la tele. Sábados y domingos, claro. Entre semana, era impensable. De mayor ocurría que nunca podía ver lo que quería: horarios, opiniones contrarias del progenitor A ó B, hermanos. Una vez se estropeó la tele en casa. Un modelo viejo de una marca decente pero poco implantada en España. Nos gustaba porque era muy estilizada y llevaba un pie propio que no rompía la decoración del salón, y no nos veíamos capaces de comprar otra (es razonable suponer que esta sea una manía hereditaria). Apagada era chulísima. Les dije a mis padres que quizá el padre de un amigo podría echarle un vistazo y repararla. Se trataba de un jubilado que había reparado televisores, y de vez en cuando aceptaba retos difíciles; el típico profesional que suelda, busca y recicla componentes. Uno de esos tipos que nunca te dirá que es más barato tirar y comprar nuevo. Tardé mes y medio en llamarle. Aún recuerdo la paz. Se podía leer en el salón.
Poca cosa. Hay muchos anuncios. Las series decentes empiezan tarde y hay que madrugar. Mi madre siempre llama nada más terminar los anuncios. O mis hermanos. O mis ancianas tías. La prensa televisada es demasiado sensacionalista. (Hace años, descubrí que sólo seguía las noticias... del guiñol). Toda la prensa es tendenciosa, así que necesitas contrastar y leer con calma, cosa que no puedes hacer con la tele. Debo reconocer que no me suele importar leer periódicos viejos. Hay algo que echo de menos: el zapping. Me explicaré: si tengo diez minutos antes de salir de casa, me cuesta ponerme a hacer algo. Leer no, poco tiempo. Abrir el PC, tampoco. Una revista es insatisfactoria. Salir a ver si veo pájaros, tampoco. Lo ideal es la tele: insustancial, inane, decadente. Sí, la echo de menos. Pero no voy a tenerla para matar diez minutos de mi tiempo.
Un ordenador para ver películas alquiladas y series grabadas en divx. Vale, hago trampa. Organizas el horario, ves lo que quieres, cuando quieres, por temporadas completas. Ahí fuera hay gente estupenda compartiendo lo que ha grabado con la tele, inyectando el audio original y currándose subtítulos, comentando lo que ve, opinando y completando tramas y biografías de personajes en foros y blogs. Eso significa que la gente está organizando los contenidos como mejor le viene: ¿acaso no hay mayor síntoma de que la tele es un dinosaurio del régimen anterior? Añade a eso que llevo mucho retraso con series y películas: vi Twin Peaks por primera vez hace un año (la serie es de hace veinte). Un portátil es cómodo. Lo mueves, quitas y pones. Es pequeño, se pliega, cuando no lo usas no estorba. No condiciona el salón, no lleva cables, cabe en la mesita delante del sofá y hay sitio para apoyar las piernas. Hay prensa escrita, la radio y, por supuesto, internet; amigos con los que charlar y comentar noticias de alcance, hemerotecas públicas que visitar. Hay gente que escribe blogs interesantes, otras personas comentan y opinan.
No lo recuerdo, la verdad. Pero recuerdo casi lo último. Volvía de trabajar y los campanarios empezaron a tocar a rebato. Me dije, ya hay Papa. Tenía ganas de ver el habemus papam, así que llegué a casa, puse la tele y había un montón de reportajes y noticias de relleno desde Roma, alemanes saltando en la calle, biografías de Ratzinger y perplejidad por la elección (incluyéndome a mí entre los perplejos ). El caso es que no hubo manera, pegado al televisor y no lo echaban. Dejé de prestar atención y me puse a hacer otra cosa con un oído pendiente. Nada. Al final, lo vi por streaming en internet. Las veces que quise. Esto es muy ilustrativo. La tele no es moderna, es antigua, arcaica, no es interactiva, es impositiva, es rígida: ¡lentejas! Está llena de mierda. Así que no tardó en desaparecer. Recuerdo el día, porque había comprado una maqueta, y buscando un sitio donde dejar la caja, aparté el mando, no supe donde dejarlo, se me ocurrió meterlo en un armario recóndito y tuve la sensación de que era un adios.
Una página colectiva y ecléctica para comentar y apuntar cosas.
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Si quieres curiosear, puedes consultar:
http://tira.escomposlinux.org
La tira ecol ha vuelto.