Suit: So how are you ladies doing?
Cute girl #1: Um, fine. You?
Suit: Good! I'm Paul.
Cute girl #1: So Paul, what do you do?
Suit: Guess.
Cute girl #2: World of Warcraft?

Traducido (más o menos, que mi inglés no es lo que solía...)
Caballero trajeado: ¿cómo están señoritas?
Chica mona nº 1: Um, bien, ¿y tú?
Caballero trajeado: Bien. Soy Paul.
Chica mona nº 1: Bueno Paul, ¿a qué te dedicas?
Caballero trajeado: Adivina...
Chica mona nº 2: World of Warcraft?

Overheard in New York se ha convertido desde ya en uno de mis blogs de lectura diaria obligada junto con facehunter (¿dónde se compran esa ropaaaaaaaaaaaaaaa?). Además explota una de mis aficiones favoritas de los sábados: espiar los comportamientos ajenos, especialmente rituales de cortejo en lugares oscuros, los extraños mecanismos de la psique humana borracha y el comportamiento del macho alfa. Lástima que no apunte nunca nada. Como proposito de enmienda prometo colgar aquí alguno que otro

PD: Niños, jamás digais a una chica que os ha encantado conocerla si a ella no le brillan los ojos... y en el Etxekalte no se sabe si¡ una chica es rubia o morena hasta las 5 de la mañana¡¡¡

Mucho después, la gente dijo que no se imaginaban cómo podían haber caído en un engaño tan viejo y evidente, pero en ese momento nadie pensó en ello. La historia pudo empezar una mañana de mayo en un exclusivo club de golf. En la terraza de la cafetería, dos hombres hablaban de negocios, y en las mesas aledañas, dos personas más escuchaban con atención indiscreta.

- ¿Y cuánto dice usted que lleva este producto en el mercado?-pregunta Roger Valmoral (nombre ficticio).
- Seis meses y medio, y la rentabilidad garantizada es del 15%, si bien está llegando al 21,5%-responde Amadeo Quincoces (nombre ficticio).

Sobre la mesa, Quincoces utiliza un ordenador portátil para mostrar los datos. Mueve las manos con soltura y está muy relajado. No parece que esté vendiendo nada, no se muestra ansioso por cerrar la operación que tiene entre manos. Amadeo Quincoces es un broker, un representante de unos álguienes, y está mostrando su producto, un producto financiero, en lugares y a personas selectos.

Roger Valmoral, 45 años, no presta atención al ordenador. En sus manos sostiene, sin embargo, un dossier impreso en papel caro, encuadernado con hilo en una carpeta de cartón reciclado que lleva un discreto logo en relieve. Estudia detenidamente las cifras y muestra la excitación de un tratante de perlas. Esto es, ninguna.

-Bueno, entonces, ¿está usted interesado?-dice Quincoces.

Valmoral devuelve el dossier a un pulcro sobre de papel verjurado rígido como una tabla, y mira pensativo.-Quince por ciento, repite para sí.
-Garantizado por escrito-recalca Quincoces. Se retrepa con parsimonia en su sillón de mimbre, saca un cigarrillo indonesio y lo enciende con una cerilla de madera. En la quietud de la mañana soleada, el fósforo fulgura. Quincoces lo agita con displicencia para que se apague y entrecierra los ojos, disoluto, envuelto en una nube de humo con olor a clavo. El fósforo tintinea cristalinamente en un cenicero. En el campo se oyen, de tanto en tanto, los golpes de los golfistas, y nada más.

Observemos a Valmoral. Él mira a Quincoces, los dos se sostienen la mirada un buen rato, y podríamos imaginar que entre los dos flota un fantasmagórico quince por ciento en times new roman de color blanco, resaltando rotundamente la cuestión. Valmoral está pensando, hace rápidos cálculos. "Piramidal", dice para sus adentros, "es una estafa piramidal como una casa, y lleva, veamos, lleva según él medio año, pero puede ser uno tranquilamente si han cambiado el nombre del producto, un par de intermediarios, nuevos, etcétera". Valmoral decide que el riesgo es asumible, mientras sigue sosteniendo la mirada de Quincoces.

Nota del editor: hemos pedido al señor S., a la sazón webmaster de los simbiontes, que tenga a bien describir la receta del plato principal de la III Cumbre Simbionte celebrada hace ya un año. Como puede deducirse por el título de esta nota, (revenge!), el señor S. ha decidido revelar la receta en lo que considera un desagravio necesario tras su penúltima excursión por Ikea. Es preciso aclarar también que la receta ha sido alterada con el mestizaje de la cocina española y francesa, pero el resultado se comenta favorablemente hasta en la lejana Örkelljunga donde, curiosamente, hay una fábrica de pastas que produce galletas para Ikea.

Quizá los lectores de Simbiontes hayan probado el plato de albóndigas suecas en la cantina de Ikea. Hay que decir que el resultado no está muy conseguido, pero también hay que ser consecuentes con el precio que se paga. Por si su opinión de las albóndigas suecas no fuera favorable tras la experiencia Ikea, esta receta tal vez le explique por qué los suecos aprecian este plato.

(N del E: Todas las cantidades son aproximadas porque el señor S. cocina a ojo.)

La carne
En su carnicería habitual consiga medio kilo de picadillo de ternera. Pida que se lo desgrasen, y que lo piquen dos veces para que la consistencia sea correcta. Puede añadirse 50 ó 100 g de magro de cerdo al conjunto.

Ingredientes para cinco personas

• Picadillo de ternera
• Una o dos cebolletas
• Pan rallado (media barra que debería rallar Ud. mismo)
• Dos huevos y una yema
• Perejil picado
• Sal
• Pimientas blanca y negra (o Pepparmix, si puede encontrarlo)
• Media pastilla de concentrado de carne (Maggi, por ejemplo)
• Un vaso de leche
• Patatas para cocer

Para la salsa:

• Fécula de patata (en tiendas de dietética. Véase cuatro maneras de engordar una salsa)
• Nata líquida
• Salsa de soja colorante
• Un poco de vino o cognac
• La mitad restante de la pastilla de concentrado de carne

Preparación de la carne

Ralle la cebolla y lávela en un colador. Se pocha en el microondas, mezclando media pastilla pulverizada de concentrado de carne.
En un cuenco grande mezcle la cebolla pochada con la carne. Ponga perejil y pimienta al gusto. Ponga sal, pero tenga en cuenta el aderezo y el concentrado de carne.
Ponga la leche, una pizca de azúcar, los dos huevos y la yema del tercero. La masa es extremadamente pringosa. Amásela, añadiendo pan rallado, hasta que no entre más.

Deje macerar la mezcla unas horas. Puede congelar lo que no vaya a usar. La maceración es importante, pero tenga cuidado porque la carne picada se corrompe con rapidez, y no debería estar más de 24 horas en el frigorífico sin cocinar o congelar.

A partir de aquí debe coordinar la ejecución para que todo esté hecho al mismo tiempo y no se le enfríe nada.

Las patatas

Cueza patatas peladas y cortadas en trozos de una pulgada (este tamaño es una manía para que se hagan de manera regular y rápida). Ponga en la cocción un poco de sal y, opcionalmente, medio vaso de leche para suavizar las patatas, en cuyo caso debe estar pendiente de que no rebose. Una vez cocidas, escurra el agua. Ponga la cacerola en el fuego para que se evapore el resto del agua y las patatas queden secas por fuera, pero no resecas.

Las albóndigas

Haga una colección de bolas con la carne. La media vienen a ser unas 15 albóndigas de media pulgada por persona. El tamaño es, aproximadamente, la mitad que una albóndiga española. Esta parte es, con mucho, la más engorrosa. Si, al freirlas, las albóndigas se rompen, es que debe esmerarse al hacer las pelotillas.

Fría las albóndigas en aceite o margarina. Conserve los jugos de la carne.

La salsa.

Aparte dos o tres albóndigas. Prepare una taza de agua. Disuelva una cucharada pequeña de fécula de patata (es conveniente que experimente antes, porque la fécula se puede volver gelatinosa. Agite bien). Hierva la mezcla en el microondas (por ejemplo). En la sartén, con los jugos de la carne y las dos o tres albóndigas antes mencionadas (debe romperlas), añada agua y hierva la mezcla con la otra media pastilla de caldo de carne bien pulverizada. Añada nata (unos 75 cl), una cucharada de salsa de soja, el vino o el cognac. Añada la taza con la fécula. Siga hirviendo hasta que el asunto se concentre. La textura ideal es espesa. Puede jugar con la fécula y la nata para encontrar la textura que más le convenza.

Y ya está listo. Si quiere añadir el toque racial, puede consumirse con mermelada de arándanos rojos (LINGONBERRY JAM), que encontrará en la sección de comida sueca de Ikea. Puede acompañar este plato con cerveza, vino tinto o leche.

White Man's Burden es una película propia de cineforums y grupos de debate. Cinéfilamente tal vez tenga poco que aportar, pero como motivación y ejercicio de empatía no tiene precio. El argumento es muy sencillo: un señor tiene problemas en el trabajo, pertenece a un grupo social semimarginado y minoritario, económicamente nada pudiente y, en general, blanco de las iras de la policía.

Hasta aquí nada nuevo, salvo por una cuestión del color de la piel: el protagonista es blanco, en unos Estados Unidos de Norteamérica racialmente inversos: los negros son mayoría y constituyen la clase pudiente y dirigente. Todo es al revés. Hasta Superman es negro.

Ya decimos que desde un punto de vista argumental y cinéfilo la película aporta poco o nada, pero para cualquiera que la vea la sugestión resulta interesante y, a veces, violenta e incómoda. Merece la pena dedicarle un par de horas.

Pero si no tienes tiempo de buscar la película y verla con calma, puedes echar un vistazo a esta pieza que hemos visto en un festival francés de ultracortos. Se titula The Job. Por si no sabes lo que es ser un peón temporero y te apetece hacerte una idea de lo supone. El trasunto no es el trabajo. Es ver qué se siente. En inglés, con subtítulos en francés, pero se entiende perfectamente.

Los enlaces oficiales:

• Web del cortometraje: http://www.thejobtheshort.com/


• La productora: http://www.screamingfrog.com/index.html, donde encontrarás piezas del estilo.