Fijaos en la foto: una llave y una tarjeta magnética. Dos objetos totalmente distintos, uno de metal y otro de plástico, con un proceso de fabricación radicalmente diferenciado. La llave debe mecanizarse con ingeniería de precisión, exige aleaciones específicas y cada unidad fabricada debe ser diferente a las demás. La tarjeta es de plástico, se puede subcontratar sin problemas y después programar a medida en un sencillo proceso final que puede llevar a cabo el montador o el mismo cliente, aligerando la logística de la producción.
Y, sin embargo, pese a sus diferencias, ambas sirven para lo mismo: abrir y cerrar puertas. Es decir, atienden al mismo mercado. Obviamente, ambos sistemas convivirán durante un tiempo, habrá nichos específicos, etcétera. Pero hoy en día en muchos lugares los empleados usan tarjeta para acceder a la empresa. Yo usaba tarjeta en tres de mis cuatro últimos empleos. Es raro el hotel en que te dan una llave. En algunos hoteles de lujo te dan lo que parece una llave: es de metal y todo, pero de hecho es una tarjeta magnética.
¿Puedes imaginar el proceso de transformación que una empresa de cerrajería debe realizar para abandonar el metal y dedicarse al plástico? Nada de lo que saben funciona. Hay que cambiar las máquinas y los proveedores. Las materias primas. Aprender nuevos procesos de fabricación. Traer a gente joven para la parte electrónica. Usar palabras nuevas o adaptar las existentes dotándoles de un nuevo significado. La red comercial y auxiliar debe cambiar. Los establecimientos que duplican llaves, los instaladores. Por no hablar de los amigos de lo ajeno. Cambia todo.
Pero lo que no cambia es el mercado. Tú quieres cerrar una puerta y que sólo la puedan abrir las personas que están autorizadas a hacerlo. Cualquier cosa que lo permita es una llave, y cualquier cosa que lo haga mejor que un manojo de tiras metálicas se impondrá. Las llaves y cerraduras han evolucionado muy poco en los últimos 2.500 años. Se han encontrado candados vikingos, cerraduras romanas y egipcias, y su funcionamiento es, esencialmente el mismo: protuberancias colocadas de manera que muevan ciertos mecanismos. Ahora se hacen con bulones, pero no hay mucha diferencia entre una llave de seguridad moderna y la llave que unos judíos sefardíes conservan en su casa desde tiempos de los Reyes Católicos.
Algo parecido está pasando en la industria de la música y el cine. Es un proceso natural que ha ocurrido en todas las actividades humanas. Lo que importa es el sistema que sirva para llevar a cabo determinada tarea, no los intermediarios. Los intermediarios son accesorios, no son el fin. Si no aportan valor, tienden a desaparecer y reconvertirse, despacio, sin traumas. Normalmente los intermediarios conocen el mercado, la necesidad, y están en la mejor disposición para mantenerse y evolucionar. Si se resisten, la única manera de hacerlo es provocando una interferencia, servidumbre, obstaculizando. Dilapidando el tiempo y los recursos de que disponen para evolucionar, malversándolos en atrincherarse.
Olvido Gara, más conocida como Alaska, lo explica muy bien. Quizá parezca muy crudo, pero estamos hablando de una industria empecinada. No tiene sentido repetirlo, así que os dejamos con ella.
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La tira ecol ha vuelto.