(Los ejemplos de esta nota se refieren a asilos en España. En el caso de otros países, la situación puede ser distinta. Así mismo, hay que señalar que no es lo mismo una residencia de apartamentos que un asilo).
La decisión de mandar a familiar a un asilo no siempre es fácil, y normalmente la posibilidad de elegir es nula: a uno le toca la plaza que esté disponible, salvo que se recurra a entidades privadas no concertadas con la administración pública. El precio de una residencia privada es, fácilmente, de 3.000 € mensuales. Por tanto, el título de esta nota puede parecer poco afortunado.
Cuando uno está estudiando los servicios de un asilo es improbable que tenga experiencia en estas lides, y, por ello, se atiene a lo que le cuentan. En cualquier caso, aquí hay una serie de recomendaciones y pistas, que en aras de la brevedad resumiremos en cuatro puntos. Algunas personas sensibles podrían encontrar las recomendaciones un tanto crudas. Espero, sobre todo, que no estés leyendo esto tras haber sabido que te van a internar en una residencia. Si trabajas en una residencia, debes saber que apreciamos tu trabajo, y que si notas cierta crítica, está dirigida a tus gestores.
Es importante saber la proporción de trabajadores por residente, y su cualificación y salario, así como los trabajos que desempeñan. Para hacerse una idea del número idóneo, podemos utilizar la regla del cambio de pañales. Esta regla es fácil de entender. Cuando se está al cargo de varias personas dependientes, lo recomendable es que dos personas se ocupen de cambiar los pañales puesto que así la tarea es más rápida y segura. Sabiendo que para hacerlo en condiciones hacen falta diez minutos, es fácil deducir que si hay cuatro trabajadores para cambiar pañales, tardarán dos o tres horas en realizar el cambio matinal en una planta de cuarenta residentes. Para el último de la cola, la espera es larga.
Hay complicaciones: las diversas medicaciones producen, a la larga, trastornos estomacales. La dieta no es la favorita de uno, sino una selección promediada aunque nutritiva. Pero tal vez no es lo que mejor le siente al residente, así que no será raro si necesita un cambio de pañales en pocas horas. Como podrás observar, lo más probable es que antes de que acaben de cambiar los pañales en toda la planta ya haya alguien que necesite un cambio. Súmese a esto que los trabajadores recogen las mesas, dan de comer a los residentes y hacen otras tareas domésticas.
Así pues, en la entrevista previa al ingreso, no está de más hacer cuentas con el responsable de la residencia y preguntarle: "¿me está usted diciendo que mi familiar va estar la mitad del día embadurnado en sus propias heces?" A ver cómo sale de esa.
El día es largo y las visitas se reducen a algunos ratos, normalmente por la tarde-noche que es cuando más tiempo libre se tiene para visitar a un familiar. Pregunta cuáles son las opciones. ¿Hay voluntarios? ¿Hay animadores? La sala común puede ser un aparcamiento con un televisor. ¿Te imaginas cómo puede ser tu vida viendo telenovelas todo el rato? ¿O escuchando, Dios no lo quiera, los 40 principales todo el tiempo?
Los cuidadores suelen ocuparse aunque no sea su trabajo, pero a menudo tienen mucho que hacer con las tareas domésticas y dependes de su buena voluntad.
Es buena idea entrevistarse con el médico del centro y preguntar por la atención que imparte. Esta debería ser lo más parecida a la que proporciona el médico habitual del residente. ¿El médico está siempre o pasa unas horas al día? ¿Se ocupa del paciente? ¿Está en contacto con el médico de cabecera?
Los tranquilizantes, antidepresivos y ansiolíticos son medicinas cuyas dosis deben graduarse dependiendo de cómo reaccione el paciente. Es frecuente que el médico de cabecera recomiende puntualmente bajar un poco la dosis, permitiendo que los familiares la varíen dentro de unos márgenes, sabiendo que están pendientes de los cambios. ¿En el asilo harán lo mismo? ¿O se limitarán a dar las tres pastillas diarias que indica la prescripción y si el residente se pasa el día dormido, mejor que mejor?
Hay otros factores a contemplar. Si la residencia está en las afueras, debería estar bien comunicada. El transporte público facilita las visitas de voluntarios. Si está en cuesta, dar paseos se complica, especialmente cuando el acompañante es una persona mayor que debe empujar una silla de ruedas. Como se ve, el ambiente tranquilo del extrarradio no siempre es una buena idea, especialmente si se escogió no por lo apacible sino porque el terreno era más barato.
El ejercicio y la distracción es importante, y no puede estar supeditada a que un familiar vaya de visita. Pregunta por las horas de paseo, y si se sale al aire libre aunque sea un rato. Si se pincha el neumático de la silla de ruedas, ¿lo cambian? Conozco una residencia privada de 3.000 € el mes en que NO cambian la rueda si se estropea. Si la habitación es compartida, ¿qué criterios se siguen para escoger el compañero? A veces la compañía no es mala y sirve para sobrellevar la soledad.
Muchas residencias pertenecen a empresas privadas, otras están gestionadas por asociaciones benéficas y otras dependen de la administración pública. Esto determina el grado de implicación de los gestores: ¿están motivados, sólo buscan el beneficio, son funcionarios desmotivados? Con las residencias asociadas a una orden religiosa hay que enterarse del grado de implicación de las monjas o monjes. Pasa como con las cervecerías belgas: la vinculación puede limitarse a que la orden religiosa alquile el convento a la empresa gestora (en plan abdijbier VS cerveza trapista). Lo mejor es un modelo mixto en el que los religiosos participen activamente pero tengan personal contratado.
Una ONG oportunista que sólo busca explotar ayudas económicas puede ser peor que una constructora. Como regla general, si hay un ideario claro, los trabajadores estarán más motivados y, lo que es más importante, la residencia atraerá voluntarios con ganas de echar una mano y mucha ilusión. Seas practicante o anticlerical, debes saber que, generalmente, las residencias religiosas son con diferencia las mejores. No buscan el beneficio económico sino la supervivencia empresarial, y atraen más voluntarios.
La esperanza de vida ha aumentado notablemente en los últimos cincuenta años, y, por decirlo brevemente, la demanda de plazas supera la oferta. La red pública de asilos y centros de día se completa con empresas privadas: la atención geriátrica es un negocio boyante en el que entran empresas sanitarias, bancos y constructoras, cuyo mayor problema es que buscan el beneficio económico. La necesidad de plazas y la falta de medios y presupuesto hacen que se acepten condiciones que, de otra forma, serían inasumibles.
Entonces, si apenas hay elección y se debe aceptar la plaza que te toca, ¿para qué esta guía? Es sencillo: el cuidado de las personas mayores no es un negocio, es una necesidad social, y no puede estar supeditada a los márgenes del negocio. Los poderes públicos subvencionan muchas plazas y pagan el coste aunque la residencia sea privada. Es preciso exigir medios y condiciones dignas, e interpelar a los responsables para que mejoren la prestación del servicio, reconociendo las cosas bien hechas, pero no permitiendo que nadie se duerma en los laureles.
Notas sobre la regla de los pañales
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