Estos días en que se está hablando bastante de Austwitz (http://news.google.es/news?q=auschwitz&hl=es&lr=&sa=N&tab=wn), no está de más sacar a colación este interesante libro de entrevistas realizadas a los reos y algunos testigos en Nuremberg (1946). Las entrevistas de Nuremberg, ISBN 84-306-0561-4, editado por Taurus/Santillana, 2004, casi 600 pp.

Goldensohn, psiquiatra norteamericano encargado de vigilar la salud mental de los encausados, tomó numerosas notas durante sus entrevistas con el ánimo de escribir un libro, obra que nunca pudo emprender, pues murió bastante joven. Seis décadas después, Robert Gellately ha recogido las notas y las ha publicado con una serie de notas y una introducción bastante interesante.

Es importante señalar a los dos autores. Gellately tiene publicado en España "No sólo Hitler" [Backing Hitler] ISBN 8484323242, y es importante conocer esta obra para entender el color del cristal con que ve las cosas a la hora de realizar la edición. En "No sólo Hitler", Gellately trata de demostrar que los campos de concentración y el exterminio no eran desconocidos para la población alemana. Gellately se sirve de expedientes de la Gestapo y de revistas de la época para enunciar la teoría de que los alemanes conocían los campos -porque eran de dominio público- y colaboraron al enviar inquilinos, hasta el punto de que la Gestapo se quejaba de que les daban demasiado trabajo y que bastantes alemanes utilizaban el sistema para ajustar cuentas con vecinos malqueridos. Algo semejante a la Inquisición (pero no seguiremos por este camino). A través de una desoladora lectura, Gellately explica cómo los nazis comenzaron a recluir y asesinar a sus propios ciudadanos, al principio tímidamente, pero ante la aquiescencia de la población, y sin creerse la ausencia de protestas, fueron apretando las tuercas hasta la solución final. Es ya asunto de cada cual la opinión de si la teoría de Gellately es o no verosímil, pero aporta referencias y documentación. NO es un libro que guste a quienes tienen amigos alemanes.

Por su lado, Goldensohn trataba de encontrar una explicación médica para el comportamiento de sus pacientes. Realizó un trabajo concienzudo con abundantes notas, transcribiendo las entrevistas in-situ, lo que aporta mayor interés y fiabilidad a sus notas. No sentía ninguna simpatía por sus pupilos y no los trató como pacientes sino como sujetos (expresión que repite amenudo), es decir, como seres a investigar en laboratorio. Aunque Gellately afirma que las notas no se usaron en los juicios, Goldensohn nunca concedió el derecho de confidencialidad, y pese a atenerse a una metodología estricta, no mantuvo una relación médico / paciente. En general fue neutro durante las entrevistas, y pocas veces perdió los papeles o juzgó o acorraló a sus interlocutores, lo que tiene su mérito.

El proceso de Nuremberg tiene, por otro lado, fallos de principio. Era la primera vez que se realizaba un proceso de esas características, no por su magnitud, sino por los asuntos que se juzgaban. Es, de hecho, parcial, en cuanto a los alemanes se les juzgaba (entre otras causas) por la invasión de Polonia, crimen que igualmente habían cometido los rusos tras un pacto secreto con los alemanes en el que se repartieron el país (1939). Sin embargo, los rusos eran parte del tribunal, y de hecho fueron los padres de la idea, se dice que para conseguir publicidad, mientras que los americanos y británicos se decantaban por el plan Morgenthau (que consistía en convertir alemania en un país agrícola habitado por siervos). Es por tanto, un juicio de los vencedores a los vencidos, con los problemas de legitimidad que ello pueda conllevar. Lo cual no es, por supuesto, un atenuante de las atrocidades.

La obra es interesante pues permite acercarse a algunas figuras del momento que hablan con voz propia. Es el caso de Hermann Göring, Dönitz, Von Papen, Kesselring, Manstein, Kleist. También Halder, ex-jefe del estado mayor alemán y caído en desgracia (fue internado en un campo de concentración), y Schmidt, el traductor de Hitler. También es interesante la enloquecida/iluminada filosofía de boy scout de von Schirach, jefe de las juventudes hitlerianas, que explica el ideario de su movimiento juvenil.

En general, los lamentables esfuerzos por desligarse de sus responsabilidades les asemejan a arañas atrapadas en el fondo de un fregadero de aluminio. Ignorancia e impotencia son las razones más frecuentes, junto con menciones a amigos judios e intervenciones personales para salvar a algunos de ellos, referencias que apenas pasan de la categoría de leyendas urbanas. También hay quien afirma que sólo era un mero transmisor de órdenes, y otros afirman que hicieron lo posible por minimizar el efecto de las instrucciones, pero que amenudo no tenían más remedio que enviar su tributo al monstruo para aplacarlo. Son espectaculares las instrucciones que recibía Mildner para gestionar Dinamarca, en la medida que revelan el desquiciamiento nazi, más propio de un adolescente victimista y enfadado con sus padres. Los generales, por su lado, se limitan a explicar que ellos hacían la guerra (algún día entraremos en esta curiosa manera de justificarse, que revela una escala de valores en absoluto exclusiva de los perdedores). En conjunto, los encausados afirmaban encontrarse atrapados en lo que la Iglesia define actualmente como una estructura de pecado: no es culpa de nadie en concreto, pero todos tenemos algo que ver.

Más allá del interés histórico que tiene conocer el día después de los alemanes, hay algunos comentarios necesarios.

1. Si bien Goldensohn ambicionaba describir la patología mental de un régimen, lo cierto es que los procesados no eran enfermos mentales (a excepción de Hess).
2. La mayoría había recibido educación superior.
3. Eran buenos padres de familia (es decir, capaces de sentir afectividad, por lo tanto, no eran psicópatas).
4. El cociente intelectual de la mayoría era superior a la media. Si bien, algunos demuestran escasa inteligencia emocional, es decir, pueden ser dominados por personalidades más fuertes.
5. En general, fueron profesionales muy competentes o brillantes, es decir, buenos gestores.

Por tanto, aunque la tentación sea pensar que eran auténticos degenerados, lo cierto es que fueron gente bastante normal. Las implicaciones de esto quedan a juicio de cada cual...